Con una ambientación precisa en la menor de las islas Pitiusas, cuenta la decadencia de Sam, un jipi septuagenario que se gana la vida tocando el banjo en un bar y (mal)vive en una casa de madera sin luz al borde de la mar. De vez en cuando sale a pescar con un amigo y se le ve feliz en un ambiente pueblerino, donde todos se conocen, al margen de que su corazón muestra signos de fatiga, lo que le lleva a ser más comedido con la marihuana. En proyecto está recomponer un grupo musical del que formó parte tiempo atrás y emprender una gira. Su vida apacible se viene abajo por una doble circunstancia: llega su hija que vive en Barcelona, le dice que tiene que ir a Francia y le deja al cuidado de Marc, su nieto de 10 años; y pierde el trabajo en el bar, que ha cerrado.